Me refiero al hecho de que no fuera
invitado a la conmemoración del cuadragésimo aniversario de las
primeras elecciones democráticas. Las explicaciones aducidas por La
Casa del Rey son correctas. Y, además, Juan Carlos I debió sentirse
representado por Felipe VI.
Además de esas razones están también
las históricas. Juan Carlos I siempre ha querido ser considerado
como el artífice de la Transición y Luis María Anson suele
esparcir esa versión. La verdad, sin embargo, es que el héroe de la
Transición fue Adolfo Suárez, al que acompañó en ese empeño
Manuel Gutiérrez Mellado. Ambos corrieron todos los riesgos que
entrañaba la misión que tenían encomendada y los dos sufrieron
todo el desgaste. El entonces Rey, por su parte, estuvo a punto de
cargarse la democracia y luego la Monarquía. Debería darse cuenta
de que lo mejor que puede hacer ahora es apartarse a un lado y dejar
que su hijo intente recuperar para la institución monárquica el
prestigio perdido.
Si Juan Carlos I hubiera sido más
sensato el golpe del 23-F no se habría producido. Como consecuencia,
si Adolfo Suárez y Manuel Gutiérrez Mellado no hubieran actuado
como hicieron, seguramente la historia sería otra; como también fue una
suerte que cogiera el teléfono Sabino Fernández Campo y no el
entonces Rey y dijera aquello de «ni está ni se le espera».
Cuando Agustín Rodríguez Sahagún fue
nombrado ministro de Defensa, Juan Carlos I le telefoneó,
saltándose al presidente del Gobierno (ese es el respeto que tenía
el entonces Rey por Adolfo Suárez), para pedirle que traslada a
Madrid al General Armada, a lo que accedió. Al enterarse Adolfo
Suárez telefoneó a su subordinado para hacerle saber que si había
un golpe de Estado el responsable sería él.
La imprudencia de Juan Carlos I, en
tantos aspectos de su vida y de su reinado, nos ha salido cara a los
españoles y aun podría haber sido peor. Lo mejor que podría hacer
es no molestar.
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