lunes, 20 de enero de 2020

Sánchez en Davos

Parece mentira que Sánchez, después de haber demostrado hasta la saciedad que no tiene ningún respeto por su propia palabra, hasta el punto de que le ha arrebatado el título de Felón al propio Fernando VII, ahora pretenda que los inversores internacionales confíen en él. Entre ellos, Mohamed Ben Salman, príncipe de Arabia Saudita, con quien el impresentable Iglesias quiere que rompa relaciones, pero que, en cambio, las estreche con Maduro y Jamenei. No cabe duda de que pretende la ruina de España, porque en ese caso le resultaría más fácil implantar un régimen como el actual de Venezuela.
Una persona vale lo que vale su palabra y aunque los votantes de Sánchez, como vienen demostrando, no sepan eso no significa que el resto del mundo no se entere. El primero que se entera de todo es el dinero, que parece tener ojos, nariz y oídos, muy afinados todos, como lo prueba la actuación de esos empresarios que estuvieron financiando, y seguramente lo siguen haciendo, la traición de Cataluña a España, en la que ahora colabora el propio Felón, y que en cuanto vieron las consecuencias de esas actividades infames, cambiaron de lugar sus sedes. El dinero se da cuenta de lo que hay. Al dinero no se le puede tomar el pelo. Esos aliados que tiene el Felón, todos tan felones como él, se desviven por el dinero. Todos. Incluso los que muestran una imagen más guarra, los que se presentan ante el Rey vestidos de manera indigna, rinden pleitesía al dinero. Y todos, incluido el Felón, procuran tener su dinero a salvo. Quieren asaltar el de los demás y les gustaría poderlo confiscar, pero el suyo ha de estar bien protegido.
Así que si Sánchez fuera listo sabría que con el dinero no caben bromas, ni se le conquista con sonrisitas. Una vez que ha mostrado al mundo que es el Felón, no le queda más remedio que pechar con las consecuencias.

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