miércoles, 29 de enero de 2020

A propósito de Kobe Bryant

Tras la muerte por accidente de este jugador de baloncesto ha trascendido que había dicho que le gustaría morir joven y convertirse en leyenda.
Creo que no vendría mal poner unas gotas de lógica sobre este asunto. El muerto no se beneficia de lo que ocurre tras su muerte. Hay profesiones o cometidos que facilitan más que otras qel acceso a la fama, pero eso no significa que quienes las desempeñan sean mejores. Los hay que han arriesgado sus vidas, y las han perdido, en beneficio de la humanidad y han quedado en el anonimato.
Por otro lado, no sabemos lo que hay tras la muerte, ni lo podemos saber. El cerebro humano es limitado y la prueba es que todas aquellas preguntas que se hacían los sabios griegos siguen sin respuesta. No obstante, muchas personas han extraído sus conclusiones sobre lo que hay o deja de haber y viven sus vidas en función de esas creencias suyas que dan como seguras. No tienen en cuenta que podrían estar equivocados y sí que hubiera otra vida y en ella tuvieran que rendir cuentas de sus actos en ésta.
Lo que antecede cobra sentido con los comentarios de muchos que han venido a recordar que Rajoy salió ileso de un accidente de helicóptero y han mostrado su decepción por el hecho de que eso ocurriera en su caso y no en el de Bryant. Con ello, lo que hacen es poner de manifiesto su inclinación hacia el mal y su gusto por la impunidad.
También su estúpida falta de gratitud, porque si bien Rajoy no ha mostrado ninguna predisposición a hacer sacrificios, ni llevar a cabo gestos heroicos, como sí hizo Suárez, al menos se ha comportado como un funcionario probo que hace bien su trabajo, con lo cual frenó la catástrofe que provocó Zapatero y redujo considerablemente las listas del paro. O sea, que en lugar de pedir cuentas a quien echó a muchos al paro, desean la muerte de quien los sacó de él.


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