Es aventurado hablar del penúltimo,
porque a lo mejor aún nos quedan cuarenta o cincuenta, o más,
episodios grotescos de este sujeto que tanto daño hace a Cataluña y
al resto de España. Sin los nacionalistas, las cosas no irían tan
mal y no habríamos sufrido atentados de Terra Lliure, ni de ETA.
Hay una cosa que Mas hace muy bien, e
incluso es un artista en la materia. Así como doña Ana Sagasti
invierte el tiempo en peinarse, éste lo hace en forrarse la cara de
piel de vaqueta. El mundo de los nacionalistas es variopinto: mentir,
tergiversar, inventar, amenazar, ofender...Son muchas las cosas en
las que nadie puede darles lecciones.
Éste, el de la cara forrada con piel de
vaqueta, habla de caza mayor. Quizá se haya mirado al espejo y se
haya visto con pinta de macho cabrío, pero ya se sabe que los
nacionalistas exageran mucho, por lo que otros hablan de ratón y
ratonera, aunque tampoco parece que nadie les haya puesto una trampa,
sino que lo natural en ellos es la corrupción. Por eso no quieren a
nadie sobre ellos, para que no se los pueda pillar.
El pobre Juliana se las ve negras, o las
pasa moradas. Está desolado. Y los guardias tontos de Olot también.
Les dio por multar
a unos coches de la Guardia Civil, que estaban allí en función de
servicio, por estar mal aparcados. Se conoce que sólo les han
enseñado a perseguir a aquellos comerciantes españoles que en suelo
español rotulan en español sus establecimientos.
El nacionalismo es una doctrina tan
nefasta y peligrosa que muchas de sus mentiras pasan a través de la
sangre incluso en gentes no nacionalistas, pero que viven en
territorios dominados por los nacionalistas.
Fue un error sembrar la semilla del
nacionalismo en 1978.
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