Entrevistado
por Antonio Lucas, el escritor se da importancia al principio,
tratando a los demás de analfabetos y simples. Hoy
triunfa la superficialidad, dice.
Una
vez en materia, queda clara la esencia de su pensamiento político,
que
no es otro que su odio a Franco. Así son las cosas, un señor que
presume de culto y civilizado mantiene vivo su odio hacia alguien que
ya murió hace mucho.
La
segunda parte del disparate consiste en que califica
como franquista al PP y
no a los que apoyaron a Franco durante el largo periodo dictatorial.
No
le importa que muchos votantes o afiliados al PP no tengan, ni hayan
tenido nada que ver con el franquismo y, además, lo repudien. Esto
es una simplificación impropia de alguien que presume de culto.
Todos
los demás partidos, incluyendo a esa flatulencia de la democracia
española que es Podemos, le parecen aceptables. Para
que no digan, les
hace unas leves críticas a todos.
Incluso
con los independentistas es suave. Las cosas que dice de ellos están
bien como base de un estudio que requiere una profundización
posterior, pero
sí se queda ahí resulta muy simple.
Da
la impresión de que Javier Marías no se entera de nada, o bien, que
no le importa nada más allá de las cuatro cosas que le generan
bienestar y comodidad. Dice que vota siempre, pero su voto será uno
de esos votos impremeditados o viscerales y caprichosos.
Su
padre, Javier Marías, debió de pasarlo mal en la dictadura, pero es
que si de la guerra incivil hubiera surgido una dictadura de
izquierdas no lo habría pasado mejor. Ninguna
dictadura es acogedora con los espíritus libres. En la Venezuela
actual, tan grata a los líderes de Podemos, las cosas no son más
fáciles para los demócratas.
Es
tan simple todo el discurso político de este Marías que
resulta difícil de creer tanta dejadez, tanta incuria...
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