En el País Vasco abundan los beatos que
van a misa y luego votan al PNV, o incluso a Bildu. No se les puede
tomar en serio y llamarles católicos porque lo que hacen es
contradictorio.
Alguien de la Iglesia Católica, un
obispo, un sacristán, una monja, que tenga autoridad, porque sea una
persona formal, debería explicarles que se van a condenar. Arderán
en el fuego eterno. El cristianismo es incompatible con el
nacionalismo, doctrina esta basada en el egoísmo y el odio al
diferente. ¿Cómo puede ir un católico de Bilbao a darse golpes de
pecho en misa y a la salida odiar a una señora porque es de
Santander o a un caballero que vive en Castellón de Plana? ¿Cómo
puede alguien presumir de católico y luego exigir privilegios y
reclamar supuestos derechos históricos? La cosa en el País Vasco
llega hasta el punto de que la policía pilló a un cura en la cama
con una etarra.
La sociedad española, en general, y los
partidos políticos excepto uno, como reflejo de ella, han olvidado a
las víctimas del terrorismo, lo que permite que el gobierno vasco
catalogue a 21 etarras como víctimas que merecen reconocimiento y
los ha incluido en un listado para que los pueblos vascos les hagan
homenajes.
No se espera que el PP, ni el PSOE ni
Ciudadanos hagan la menor protesta. Si creo que lo hará UPyD, de la
mano de Gorka Maneiro que se bate el cobre en solitario. A los demás
partidos no cabe ni nombrarlos.
Este caso ha salido a la luz gracias a
Covite, una asociación modélica, dirigida por la brava y recta
Consuelo Ordóñez, que sin apenas medios y con todo en contra
defiende la dignidad de los españoles. En defensa de esa dignidad ha
pedido la dimisión de Jonán Fernández, responsable de la citada
barbaridad. El gobierno, con o sin el apoyo del PSOE, debería exigir
su destitución.
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