No hace falta decir qué político
español es conocido con el sobrenombre de el Mocho, ni quienes son
quienes se lo han puesto.
Cabe apuntar, no obstante, que lo han
hecho quienes lo tienen más cerca y que se trata de un tipo que
tiene la cara más dura que un adoquín y un desparpajo homologable a
los más destacados que se recuerden.
Pero no sólo el citado Mocho va haciendo
de las suyas, aprovechando que a Rajoy le salen los enemigos por
todas partes, e incluso en su propio partido, en donde un tal Aznar
todavía no se ha dado cuenta de que lo que él se cree no se ajusta
a la realidad. Nadie se puede imaginar que si él hubiera estado en
el lugar de Rajoy pudiera haberlo hecho mejor.
Así que por los aledaños del Mocho
actúa también la Gritona, que se desgañita y hace aspavientos que
serían ridículos si no fuera porque probablemente se los retribuyen
a precio de oro, con lo cual se permite tener a su hija en un
carísimo colegio de Suiza, en donde no es probable que le den
catalán, ni le cuenten las bolas históricas que propagan ciertos
'investigadores'.
También están está muy cerca de los
dos citados el Gordo Llorón, mentiroso compulsivo, al que se conoce
que Borrell toma en serio y le desmiente las trolas que difunde, como
si eso sirviera para algo.
En España, como se viene demostrando,
para ganar unas elecciones hay que mentir. Mintió Solbes frente a
Pizarro, mintió Zapatero, como antes que ellos habían mentido
tantos, y mintió Rajoy. Mienten ahora todos los candidatos y el
partido que dijo siempre la verdad ha quedado fuera del Parlamento.
¿Por qué se fían los votantes de los
mentirosos? ¿Por qué permiten los votantes que los amigos de los
etarras puedan reírse de todos? Como diría Pujol, ¿qué coño es
esta democracia?
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