Ocurre siempre que alguien ostenta un
poder de modo dictatorial y a los subordinados no les permite más
que el aplauso, que todos forman una piña por la cuenta que les
trae, porque basta una mirada que se pueda interpretar mal para
perder el favor de quien manda, y con ello todo lo que conlleva.
Pero si se acaba el poder y luego vienen
mal dadas, también se termina esa amistad que realmente no existió
nunca y aflora algo que puede confundirse con la sinceridad, pero que
realmente es un sálvese quien pueda.
Alfonso Grau fue la mano derecha de Rita
Barberá, el encargado de los Grandes Proyectos, o de todo lo grande
habido y por haber en el ayuntamiento de Valencia, y ahora al
referirse a ella ha dicho que cada palo aguante su vela. Se conoce
que hay más vela que palo y me temo que la cara A de Rita Barberá
puede haber desaparecido por un tiempo largo y ya sólo le queda la
cara B para todas las horas del día.
En España los políticos están muy
malcriados y no se creen servidores del pueblo, sino superiores al
pueblo. Se va viendo en las negociaciones para formar gobierno.
Defienden sus propios intereses, mientras los ciudadanos se
desesperan en la cola del paro, o en la lista de espera del hospital.
Operaciones quirúrgicas que debían hacerse antes de un mes, han de
esperar cuatro o cinco meses. Mientras tanto, los señoritos
diputados cobran sus buenas pagas y mientras las cobran hacen la
pelota.
También parecían carne y uña José
Luis Olivas y Domingo Parra, gracias a cuya gestión muchos han
perdido sus ahorros. Ellos no. Y ambos eluden su responsabilidad y
también le echan la culpa al otro.
Si Alfonso Grau fue durante mucho tiempo
la mano derecha de Rita Barberá ahora no debería volverle la
espalda. No le obligaron a aceptar el cargo.
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