Todo el mundo intuye que Alberto Rivera
se encontró de pronto con unos apoyos, insospechados hasta el
momento, que le auparon hasta el estrellato.
Anteriormente no había logrado medrar
fuera de Cataluña. Puesto que algunos dirigentes del PP han dicho
que Ciudadanos se gastó más dinero en la campaña electoral que su
partido, parece claro que este apoyo procede del IBEX. Rosa Díez fue
durante años la política española más valorada y de repente
empezó a hablarse en los medios de su autoritarismo, al mismo tiempo
que hablaban de Alberto Rivera como si fuera un ángel bajado del
cielo. Estos medios callaban que el autoritarismo de Rivera es mucho
mayor que el de Díez y lleva más tiempo produciéndose.
No es difícil adivinar los motivos. Las
querellas de UPyD, de las que se ha tenido que retirar por falta de
fondos, y la exigencia de la separación efectiva de poderes, son
amenazas firmes para las oligarquías, que desean tenerlo todo bajo
control. No es extraño que las oligarquías del País Vasco y de
Cataluña hayan impedido el paso a UPyD desde el primer momento.
Estas oligarquías están a punto de
conseguir que UPyD desaparezca definitivamente. Sólo falta el golpe
final. Pero en el pecado puede estar la penitencia. Quizá pierdan el
control, porque pase a tenerlo una potencia extranjera.
En su egoísmo, han seguido apoyando a
Rivera, quizá porque lo ven complaciente con ellos, lo que ha
propiciado la situación política actual. Si Ciudadanos no le
hubiera robado votos al PP, la situación política actual no sería
tan peligrosa. Al PSOE no le habría quedado más remedio que pactar
con el PP, lo que habría dado lugar a un gobierno estable y con
muchas posibilidades de lograr una mejora económica sustancial.
Hablar de recuperación sería pecar de optimismo. Sin embargo, lo
que se cierne sobre España es una regresión brutal.
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