jueves, 8 de diciembre de 2016

El efecto Carrillo

El mundo está organizado de tal modo que incluso las personas más ruines hacen cosas que resultan positivas para la humanidad. No hay nadie que esté haciendo el mal todo el tiempo.
No es que yo catalogue a Carrillo como ruin o canalla, pero sí que parece fuera de duda su responsabilidad en el caso de los asesinatos de Paracuellos, como también era evidente el odio que sentía. Que una persona tan inteligente como Carrillo se dejara dominar por el odio es significativo. Además, el odio mermó mucho su capacidad para analizar e interpretar los hechos.
Hubo un momento, en cambio, en que su visión de la realidad fue certera y puso y quiso ayudar a que las cosas salieran mejor de lo que parecía en esos instantes y fue el de la Transición. Fue también una de las escasas personas que se dieron cuenta de la dificultad de la tarea que estaba llevando a cabo Suárez y de los riesgos que éste esta corriendo, detalles que, aunque parezca inverosímil, pasaban desapercibidos a los demás, quizá porque el hecho de sentirse protagonistas de un momento histórico obnubila sus mentes, puesto sólo podían pensar en eso, como si estuvieran siempre contemplándose en el espejo. Carrillo, en cambio, estuvo despierto, quizá porque su vida corría tanto peligro como la de Suárez.
Dado que el odio, ese sentimiento que tanto daña a quienes lo sienten, forma parte, y de modo principal, de la política de hoy en día, porque proporciona muchos votos, me parece oportuno recordar una idea que surgió de una conversación con Tomás Valladolid Bueno y que he dado a conocer en ‘El Parotet y otros asuntos’, pero de un modo respetuoso con el lector; es decir, dejando que él mismo saque sus propias conclusiones tras la oportuna meditación, cuya orientación creo que no está inducida de ningún modo; es decir, no se le incita a pensar esto o aquello, sino lo que cada uno decida.


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