Operación Soraya en Barcelona

Si no fuera porque el historial de Sáenz de Santamaría y Rajoy está sembrado de cadáveres (políticos se entiende) se podría pensar que el hecho de que la vicepresidenta se haya montado un despacho en Barcelona y llegue cargada de dinero, aunque la publicidad hable de algún dinero, es de un entreguismo intolerable, desde el punto de vista de los demás.

Pero puesto que estos son de armas tomar, y el que no se lo crea que mire la lista de los que han ido quedando por el camino, la sospecha es que la vicepresidenta llega allí con permiso para matar, como el 007, o quizá monte una peluquería y le corte el pelo a Puigdemont, a Romeva no será necesario.

Cabe señalar en su descargo que lo que hay a su alrededor no permite hacerse muchas ilusiones. Es decir, que si Rajoy optase por la vía lógica y decente, que consiste en hacer cumplir las leyes y que en lugar de que sea la vicepresidenta quien le corte el pelo al sinvergüenza que preside el gobierno catalán fuera el peluquero de la cárcel el encargado de hacerlo, se quedaría solo. No podría esperar ningún apoyo por parte del PSOE, que seguramente trataría de aprovechar la circunstancia para sustituir al PP en el gobierno, y posiblemente tampoco lo encontraría en Ciudadanos, cuya deriva no puede inspirar ninguna confianza.

Hay otras circunstancias a tener en cuenta y es que Rajoy compensa su falta de valor con una abundancia de miedos, entre los que cabría destacar el de ser el presidente bajo cuyo mandato ocurrió esto, aquello o lo otro, y no es necesario especificar cuales son estas cosas, puesto que en distintas circunstancias serían otras, pero también estarían ahí para que tratara de evitarlas.

Así que, dentro del mar de dudas que suscita la misión de la vicepresidenta, cabe tener alguna certeza y es que alguno puede salir trasquilado.

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