Tardará mucho tiempo en desaparecer.
Basta con leer el reportaje de Emilia Landaluce titulado El relato
de ‘Patria no cala en Hernani, para comprender la angustia que
deben de sentir muchos vascos, aunque también es verdad, que haya
distintos tipos de angustia en el País Vasco.
Para dejar las cosas claras, informo que
no refiero a la angustia de esos vascos que han sabido mantener su
condición humana y que miran con pena el entorno degradado, sino a
la de esos otros que se han envilecido quizá en mayor medida que
aquellos nazis a los que hoy condena todo el mundo, puesto que tratan
de justificarse a sí mismos y eso es imposible.
Los nazis tuvieron más suerte, puesto
que tras la derrota de Hitler no tuvieron otra opción que reconocer
sus errores y esa es la única de poder superar un pasado infame. Los
cómplices de ETA, en cualquiera de sus variantes, creen que tienen
la posibilidad de hilvanar un discurso que los absuelva, cosa que en
el fondo no se creen ni ellos. Si fuera posible, serían capaces de
leer la novela de Fernando Aramburu. Pero no. Les resulta doloroso
cualquier relato que se ajuste a lo que ocurrió.
Mucho antes que el citado libro, se
publicó otro, Vidas
rotas, que no debería faltar en ningún hogar vasco, tampoco en
ninguno del resto de España, pero sobre todo debería estar en los
vascos, porque la banda etarra es una excrecencia nauseabunda de la
sociedad vasca. El mal está en todas partes, pero la sociedad vasca
dio cobijo a una idea tan nefasta que dio paso a un grupo criminal
fue apoyado y lo sigue siendo por una parte importante del pueblo
vasco. Es una vergüenza que tardarán mucho en poderla borrar, a
pesar de que El buzón de
Joseba es una invitación a que lo intenten. No se dan cuenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario