Me refiero al artículo de ayer en la
Zona Fantasma, en el que Javier Marías ataca, con fundamento, a los
partidos políticos españoles, si no fuera porque en la crítica
falta uno, como si ese partido político que falta fuera pan bendito,
cuando no lo ha sido nunca, ni va camino de serlo jamás.
Ojalá el PSOE hubiera tenido un ideario
alguna vez y hubiera intentado ser fiel al mismo, pero se ha
convertido en una estructura cuya única finalidad es conseguir el
poder y con ese objetivo no duda en abrazar el nacionalismo, tan
ajeno a la causa socialista, o en traicionar a sus víctimas del
terrorismo. Y a las demás también, claro. Si el PSOE fuera un
partido decente ahora no estaríamos soportando a Podemos, Bildu, ni
a los nacionalismos vasco y catalán.
Ante cierto público queda muy bonito
atacar al PP e incluso vincularlo con Franco, aunque desde un prisma
intelectual esto no se sostiene. A ningún partido que acepte el
juego democrático y no se perciban en él intenciones
involucionistas se le puede vincular con el franquismo. Esas
intenciones involucionistas sí están en otros partidos, como los
nacionalistas, porque el nacionalismo es incompatible con la
democracia, o Podemos, que desde su nombre a su modo de actuar remite
al chavismo,
La tendencia totalitaria está presente
en los españoles desde mucho antes de Franco, diríase que desde
siempre, y eso se nota hasta en los partidos de izquierdas, PSOE
incluido. Se debe, indudablemente, a que en España sólo ha habido
absolutismos y dictaduras. Con el advenimiento de la democracia se
estaba en camino de que esto cambiara. Habría hecho falta la
separación efectiva de poderes, pero fue precisamente el PSOE el que
enterró a Montesquieu, y forma parte del anecdotario de este partido
aquello de: «El que se mueva no sale en la foto».
El PSOE es necesario para España, pero
el PSOE que conocemos no ha traído más que males a España.
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