Cierto sujeto que se embolsa cada mes una
cantidad mucho mayor que la que se paga a los guardias por una
actividad cuyos beneficios para la sociedad son infinitamente menores
que los proporcionados por los miembros de la benemérita disfruta
escarneciéndolos en donde puede.
Este sujeto, cuya depravación es pública
y notoria, puesto que se dedica a tratar de agradar a los catalufos,
con el fin de seguir contando con su favor, sabe que cuando necesite
la ayuda de la Guardia Civil, si se da el caso, la tendrá, porque
es muy consciente de que todos no son cómo él, sino que buena parte
de la población tiene la costumbre de cumplir sus obligaciones, lo
que les permite a él y a otros como él vivir del cuento.
La división de los catalanes entre
independentistas y unionistas, o entre españolistas y catalanistas,
no me parece apropiada, puesto que deja al margen lo fundamental. Es
por eso que yo prefiero distinguirlos entre catalanes y catalufos.
Los primeros son los demócratas que, sea cual sea su ideología o
pensamiento, respetan las leyes. Los segundos son, pues, los
totalitarios, los que quieren imponer a los demás su criterio, por
la brava y al margen de la ley; son antidemócratas, aunque siempre
tienen la palabra democracia en la boca, quizá para disimular lo
poco que les gusta, lo poco dispuestos que están a adaptarse a sus
normas y procedimientos; sólo aceptan lo que se les acomoda en el
momento.
Estos rufianes saben que la Guardia Civil
no puede sino cumplir las órdenes que le dan y que lo que se le
manda siempre ha de estar dentro de la ley y justificado
convenientemente. Atacar a la Benemérita, escarnecerla o burlarse de
ella es ponerse a la altura de tipejos como Otegui, aunque también
cabe decir que muchos ya lo estaban previamente.
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