viernes, 25 de mayo de 2018

La vida sigue igual

Como dice la canción. En aquellos tiempos en los que al PSOE le salía corrupción hasta por las orejas, y para que no faltara nada estaba el GAL, los políticos del PP sacaban pecho, no había corrupción en sus filas. No habían tocado poder…
Aznar prometió en la campaña electoral establecer la separación de poderes que se había cargado el PSOE sirviéndose de una excusa ridícula, pero al conseguir la presidencia, gracias que hablaba catalán en la intimidad y Zaplana, mediante una traición al pueblo valenciano, refrendada luego por Camps, le ayudó a convencer a Pujol. Ahí ya se les vio que con tal de conseguir el poder estaban dispuestos a cualquier cosa.
La sensación de impunidad que indudablemente afecta a gran parte de los políticos españoles resulta siempre muy onerosa para los ciudadanos, que tienen que asistir a una interminable sucesión de fechorías de todo tipo, desde nacionalistas que cometen actos ilegales, hasta otros políticos que meten no una, sino las dos manos en la caja.
Quizá no se deba a la casualidad que en estos tiempos de mayoría precaria salgan a relucir tantos casos. Tal vez ocurra que en las condiciones actuales los jueces hayan podido sacudirse el yugo que venían ejerciendo sobre ellos los políticos. A la vista de la experiencia parece más razonable exigir la separación de poderes que confiar en que algún partido actúe con limpieza. El poder tiende a corromper y si algún partido logra una mayoría suficiente cabe temer que quiera controlar a los jueces para poder campar a sus anchas, como ha venido sucediendo hasta ahora.
Dicho esto, cabe añadir que la manera en que dicen que se han obtenido las pruebas contra Zaplana es difícil de creer y tampoco se entiende que no le permitan estar en casa, dada su enfermedad, mientras que a los etarras por dolencias menos graves sí que se les ha ido permitiendo.

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