jueves, 12 de junio de 2014

La fenicia AVL, de nuevo

Conviene refrescar la memoria a los olvidadizos. La AVL, que tan cara, en términos económicos, nos cuesta a los valencianos, fue una de las exigencias que el racista Jordi Pujol le hizo a José María Aznar, para apoyarle en su pretensión de acceder al gobierno de España.
Conviene hacer un inciso para recordar que ahora estamos como estamos en España, pero que para llegar a esto Felipe González y José María Aznar han tenido que ir facilitando el camino a los nacionalistas, y que lo del incompetente Zapatero ha sido de matrícula de honor en este campo.
Fue cuando Aznar soltó aquella ridiculez de que él hablaba catalán en la intimidad. No sólo eso, sino que enseguida ordenó a sus subordinados valencianos que se apresurasen a encontrar una fórmula que sirviese para complacer a ese catalán pequeño en tamaño, pero con gran capacidad para provocar catástrofes. Y nació la AVL, y los engominados peperos que participaron en la gestación del engendro, en lugar de avergonzarse, presumen de ello. El Muy Incompetente Camps, que ha dejado al Reino de Valencia en situación de penuria, completó la animalada al incluir a la AVL en un nuevo Estatuto que nadie le pidió. Fue uno de sus caprichos.
Los lingüistas pueden averiguar el origen de las lenguas, pero hay que convenir en que si se les paga bien pueden situarlo en el punto exacto en que se les ordene. Pero, ¿hacia dónde van las lenguas? Pues hacia donde quieren sus dueños, que son los usuarios. En otras palabras, los editores en lengua catalana pueden estar interesados en incorporar a los habitantes del Reino de Valencia a sus posibles lectores. Y los megalómanos imperialistas catalanes pueden necesitar imperiosamente rapiñar todo lo valenciano. Pero no tienen ningún derecho moral a imponer sus normas ortográficas o sintácticas al idioma que hablan los valencianos.
Es obvio, pues, que la AVL, que se nutre de los impuestos valencianos, tiene como misión servir al imperialismo catalán. Por eso exige que TV3 se vea en el Reino de Valencia, aunque no emplea la palabra Reino, porque le escuece.

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