Al
tiempo que comienza un nuevo reinado algunos alegan que llevan la
República en la sangre, o no sé dónde. Me parece que bien entrado
el siglo XXI esas son algunas de esas chorradas cósmicas que tanto
abundan y que tanto daño hacen.
Lo
que hay que procurar ahora es el bienestar de los ciudadanos, pero no
dejan de surgir elementos dispuestos a vivir a costa de los demás y
para ello insuflan en la ciudadanía ideas peregrinas de poca
utilidad y muy peligrosas para los más vulnerables.
Ya
he contado alguna vez que tiempo atrás tuvimos un debate en el que
se sucedieron las intervenciones brillantes y en el que yo defendí a
la monarquía, con el argumento de que es más barata que la
República y, al final, más útil. Cuando parecía que esta opción
se imponía entre los asistentes surgió Laura Cano Zamorano para
explicar que el sistema presidencial es más económico aún. Quizá
lo que conviene a España.
Pero
también hay que convenir en que llevamos muy poco tiempo de
democracia y los experimentos conviene hacerlos con gaseosa. La
Monarquía española es una de las instituciones que mejor ha
funcionado en nuestra democracia y los reparos que se le hacen al
anterior Rey y que le han obligado a abdicar corresponden a su esfera
privada. Todo eso se hubiera evitado, sin duda, sin ese afán
protector del entonces Rey de los medios y los políticos españoles.
Si desde el principio se hubiera dado cuenta de todo lo que hacía y
que fuera digno de conocerse por la opinión pública, no se hubiera
sentido impune.
Dando
por supuesto que la monarquía no tiene el porqué ser eterna,
tampoco son necesarias las prisas. El español, además, es un pueblo
tradicionalmente cortés, y la cortesía obliga a darle un margen de
confianza al nuevo monarca. Lógicamente, los patanes están exentos.
No tienen ninguna obligación de mostrarse corteses.
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