Los nacionalistas, a base de machacar,
van imponiendo sus dogmas incluso entre las personas más preparadas.
Como prueba, la burrada que ha dicho este señor, sin despeinarse ni
nada, tan tranquilo como si hubiera dicho que el Pisuerga pasa por
Valladolid. Aquí está:
«Con
ello, no quiero negar, por supuesto, la existencia de una mayor
identidad de Cataluña (y del País Vasco) con respecto a las otras
regiones españolas, pues es algo que no se puede negar.»
Supongo
que ignora este señor que cuando el Reino de Valencia tuvo su Siglo
de Oro Cataluña ni siquiera existía. ¿Qué
es eso de la identidad? El cacareado hecho diferencial catalán es el
lloriqueo. El hecho de
que no se dé entre los valencianos, o entre los manchegos, no
significa que tengan menos identidad. Si en los belenes valencianos
no se pone ningún cagón,
será que el mal gusto no ha llegado, no porque
tengan
menos identidad que otros. Habría
que preguntarle a este señor: ¿Cómo
se mide la identidad?
Lo
del PNV es otra historia. El PNV es heptamilenario. Eso por lo menos.
O sea, desde que ese loco de atar que se llamó Sabino Arana perdió
el último gramo de cordura que le quedaba. Al
calor de los disparates surgidos del caletre de este tipo surgió el
PNV, que se arroga la representación incluso de los vascos cuerdos,
y también la banda terrorista encargada de agitar el árbol para que
caigan nueces.
La
solución que propone Jorge de Esteban, tampoco es correcta. Es
entreguista y no conduce a ningún lado bueno, porque los
nacionalistas son insaciables. La solución consiste en establecer de
una vez por todas la separación efectiva de poderes. Con
ello, sin duda se daría el caso de algún o algunos jueces optaran
por hacer cumplir las leyes. En el momento en que se metiera en la
cárcel a dos o tres, o más, se acabaría todo.
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