Lucía Carrero-Blanco, nieta de Luis
Carrero Blanco, se ha atrevido a mandar una carta al diario El País,
en la que critica que se juzgue a alguien por hacer bromas con el
atentado que costó la vida a su abuelo. Por supuesto que dice que
esas bromas le parecen de mal gusto, pero nada más, puntualiza.
Se conoce que es cosa de los nuevos
tiempos, en los que la moda consiste en banalizarlo todo. Sin
embargo, cabe considerar que el apogeo de lo banal puede ser una
estrategia de vida de determinados sectores, pero no resuelve nada.
Más bien al contrario, entorpece la resolución de problemas,
algunos graves, como los generados por la banda terrorista ETA, que
condicionó y sigue condicionando, aunque de otro modo, la vida de
los españoles y particularmente la de los vascos, a buena parte de
los cuales ha conseguido degradar moralmente hasta extremos que
repugnan a cualquier persona que se precie.
Los tuits que se juzgan redundan en ese
sentido, en el de banalizar las actividades de esa banda miserable y,
sobre todo, relativizar el sufrimiento de sus víctimas y de la
sociedad entera. Esta actitud favorece a la banda, cuyos componentes
aspiran a que se olvide todo, que se quite trascendencia a sus actos,
e incluso que se les aplauda. Ellos mismos se adjudican nombres
épicos, como si lo suyo tuviera alguna. Como si una rata quisiera
creerse un elefante. Como si lo suyo en lugar de cobardía fuera
valentía. Como si en lugar de actuar por la espalda y a traición
hubieran llevado a cabo gestas heroicas.
Lucía Carrero puede pensar como quiera y
es de esperar que la madurez la lleve a darse cuenta la magnitud del
mal que contienen esos tuits que no considera graves. Lo que no
debería haber hecho es mandar una carta que sólo favorece a los
infames al periódico.
'El Parotet y otros asuntos'
'Diario de un escritor naíf'
'Yo estoy loco'
'Valencia, su Mercado Central y otras debilidades'
'1978. El año en que España cambió de piel'
'Por qué España'
‘Búsqueda y desarrollo del talento’
'Filosofía, teología y el sentido de la historia'
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