viernes, 27 de enero de 2017

El muro de Trump

El muro que proyecta Trump es una vergüenza para cualquier persona civilizada. No conforme con anunciarlo, añade, multiplicando la grosería, que lo pagará México.
Esta reencarnación de Hugo Chávez, que ahora gobierna en Estados Unidos, se cree que con ello humilla a los mexicanos, pero sólo un patán superlativo puede pensar así, porque lo que hace es humillar a su propia nación.
Es posible que muchos de los que lo han votado estén satisfechos con sus bravatas, faltas de respeto y acciones claramente nefastas, pero deberían pensar que el auténtico pueblo norteamericano al que debería honrar es el compuesto por los Sioux, los Apaches, los Cherokees, los Cheyennes, los Arapajóes, los Navajos, etc.
Pretende Trump reducir el gasto público, y una de la primeras medidas es un gasto inútil, en un momento en que el flujo por las fronteras es muy bajo, de donde se desprende que su propósito es el de llevar a cabo un gesto más nacionalista que patriótico destinado a enardecer a fanáticos y retrasados mentales.
Trump, que está acostumbrado al juego sucio, como recuerda Cristina Losada en su artículo de hoy, con la intención de devolver a los Estados Unidos la posibilidad de actuar con la prepotencia de antaño, los llevará al momento más bajo de su historia, si lo dejan seguir adelante con sus despropósitos.
No se trata de que sea republicano o demócrata, de derechas o de izquierdas, sino que no tiene educación ni vergüenza, principios ni valores, moral ni ética; lo único que tiene es dinero; y está al mando de la nación más poderosa.
Se cree que las cosas se pueden arreglar dando puñetazos en la mesa y haciendo trampas a todos. Le va a pasar igual que a Zapatero en España; cuando sus votantes empiecen a olfatear el aroma de la ruina le volverán la espalda.


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