Los latigazos que no duelen son, como
todo el mundo puede adivinar, los que se dan en la espalda de otro.
En este caso, me refiero a la condena de 800 latigazos, y no sólo
eso, que se le impuso al poeta Ashraf Fayad por escribir un libro.
A Juan Luis Calbarro se le ocurrió
servirse de su editorial, Los papeles de Brighton, para tratar de
impedir esta salvajada. Fuimos 61 los autores que acudimos a su
reclamo y surgió un libro muy recomendable, Palabras
para Ashraf, que ya lleva algún tiempo en circulación. Ahora se
trata de que esas palabras con las que se intenta vencer al látigo
encuentren eco, o más bien oídos que las escuchen, ojos que las
lean. He tenido la suerte de escuchar algunos de los poemas recitados
por sus propios autores. Y tengo el libro, claro; lo tengo, porque
creo que merece la pena conservar en las estanterías propias ese
esfuerzo por hacer que este mundo sea un poco más civilizado, por
conseguir que el fanatismo dé un paso atrás.
El caso es que el pasado día 12,
acompañado en el evento por Elga Reátegui, hice una nueva
presentación del libro, esta vez en la librería Clarión de
Valencia, en donde quedan unos cuantos ejemplares. Con el fin de
hacer la presentación más atractiva, unos cuantos poetas leyeron
algunos de los poemas del libro. Creo que entre unos y otros
invitamos a más de trescientas personas al acto, pero el resultado
fue paupérrimo, apenas vino gente. Los participantes en el acto
éramos más que los asistentes.
Ashraf Fayad merece mucho más. Su lucha
por la libertad es la lucha de todos. Gracias a otros que cómo él
arriesgaron sus vidas, y las perdieron muy a menudo, en algunas
partes del globo terráqueo estamos a salvo de ciertas prácticas.
Pero en otros lugares aún no se ha conseguido.
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