Guardiola es un personaje que aprovecha
su relevancia en el fútbol para difundir mensajes de odio contra
España, quizá sin comprender que con ello perjudica, sobre todo, a
esa parte de España que se llama Cataluña.
Con su actitud demuestra además que sabe
que no tiene razón. Si la causa por la que se mueve fuera justa no
diría más que la verdad, al no serlo propala mentiras sin cesar,
convirtiéndose en un Goebbels en miniatura, porque sus trolas son
muy fáciles de detectar. Indudablemente, no pretende favorecer a los
catalanes, sino tan solo a esa parte de ellos que ha decidido
saltarse la ley, los que optan por la delincuencia.
Es lógico pensar que no se ha dado
cuenta de que el mayor perjudicado con su actitud va a ser el mismo,
porque el daño que pueda hacer a España es superficial, ya que sólo
le pueden creer, y me refiero al público extranjero al que van
dirigidas sus falsedades, aquellos a los que les da igual la verdad
que la mentira, los que se creen cualquier cosa que se les acomode.
Cuando todo haya pasado se dará cuenta de que tiene una factura muy
grande que pagar.
La mala noticia para él es que a pesar
de que ese miserable tribunal alemán ha tenido el descaro de invadir
campos que no le corresponden, y de ahí que el buen juez Llarena se
plantee la conveniencia de recurrir a la Unión Europea, los abogados
de Vox, el único partido que ha tomado cartas en el asunto, han
hecho saber que harán que Puigdemont sea juzgado, un día u otro,
por lo gravísimos delitos que se le imputan, salvo que no pise suelo
español hasta que hayan prescrito.
Es decir, no es Ciudadanos, ni el PSOE,
ni, por supuesto, el PP el partido que se ha aprestado a defender a
los españoles. Estoy convencido de que la UPyD de los buenos tiempos
también lo haría.
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