Él mismo lo ha dicho a algún medio
extranjero: le esperan muchos años de cárcel o de exilio.
Ya da por hecho que lo van a condenar en
el caso de que lo atrapen o de que se presente voluntariamente ante
los jueces, aunque esto último, certificada sobradamente su
cobardía, se percibe como más difícil. Mucha hambre tendría que
estar pasando para que lo hiciera. Así que mientras lo mantengan y
los países por los que discurra lo consientan seguirá escapando de
la justicia.
Pero lo que hace él en modo alguno puede
considerarse exilio. Para que lo fuera tendría que ser perseguido
por motivos políticos, lo cual no ocurre, como lo demuestra el hecho
de que en España hay mucha gente que difunde por las redes ideas
similares a las suyas y no es perseguida por eso. De hecho, los de la
CUP son mucho más radicales y no hay nadie de esta formación que
tenga problemas con la justicia, salvo esa que se ha fugado a Suiza
por un problema menor comparado con el de Puigdemont y, desde luego,
no por sus ideas, sino por sus actos.
Puigdemont ya da por hecho que lo van a
condenar, pero sigue hablando de exilio, para engañar a quienes
quieren ser engañados. La palabra exacta que debería emplear si
tuviera la intención de respetar a la audiencia sería la de
prófugo. Huye de la justicia porque presuntamente ha violentado las
leyes. Sólo faltaría que además siguiera cobrando un sueldo de ese
Estado al que ha traicionado, presuntamente, y al que sigue burlando,
desafiando y desprestigiando con sus actuaciones. Dado que la cara
dura la tiene tan demostrada como la cobardía, no sería nada
extraño que siguiera cobrando ese sueldo. Lo que es absolutamente
impensable es que renuncie a ese sueldo. El nacionalismo es
incompatible con la dignidad. Y en el caso de Puigdemont, doblemente.
'2016.Año bisiesto'
'El Parotet y otros asuntos'
'Diario de un escritor naíf'
'Yo estoy loco'
'Valencia, su Mercado Central y otras debilidades'
'1978.El año en que España cambió de piel'
'Los dados'
'Todo comienza por un paso'
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