Es inmoral que se cargue las espaldas de
los trabajadores, muchos de los cuales se las ven negras para vivir
con lo que les dan a cambio de su trabajo, mientras la Administración
derrocha dinero a manos llenas.
Hay sinvergüenzas, porque no se les
puede llamar de otra manera, que dicen que se preocupan por el
bienestar de los trabajadores, pero luego, cuando tienen sus votos,
porque hay ilusos que creen todo lo que les dicen, aprovechan para
desplumarlos.
Gastan alegremente, «el dinero de los
impuestos no es de nadie», porque el pobre trabajador que lo ha
pagado no puede reclamar que ese dinero que le ha costado tanto de
ganar se gaste con cuidado. Muchas veces ni se da cuenta de que lo
están estafando y vuelve a votar a los mismos. Mientras tanto, el
partido que realmente se preocupaba de los trabajadores y que hubiera
evitado el despilfarro de haber estado en sus manos fue hecho
desaparecer mediante una serie concatenada de críticas infames,
injustas, falsas y retorcidas. Seguramente, los perpetradores estarán
muy orgullosos y algunos hipócritas trataran de disimular sus
pasadas vilezas.
La Administración se puede, y se debe,
adelgazar mucho, sin que los administrados noten ninguna carencia.
Llegará un día en que no habrá más remedio que hacerlo, porque
España es un país pobre, con una tasa de paro demasiado alta, y no
puede permitirse el lujo de alimentar a tantos zánganos, de tener
tantas televisiones (habría que cerrarlas todas), diputaciones,
embajadas regionales, academias regionales de la lengua, defensores
regionales del pueblo, diputaciones, etc.
Hay muchas cosas que cerrar en este país
que todavía se llama España, pese a los esfuerzos de tanta gentuza,
a veces venida de fuera, como ese argentino que lo que no sabe se lo
inventa. Si se cerraran, de pronto habría dinero circulando y no
sería necesario hacer pagar a los pensionistas, injustamente, el
IRPF.
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