jueves, 19 de julio de 2018

Si Rahola fuera un animal

Si la memoria no me falla, fue Emilio Romero quien en los albores de la democracia, o en aquellos tiempos en los que todavía no había formalmente democracia pero la prensa gozaba de una libertad que no hemos vuelto a ver, fundó una revista en la que identificaba a cada político con un animal concreto.
No recuerdo cuánto duró la revista ni, por tanto, a cuántos políticos pudo caracterizar mediante esta técnica. He pensado en esto al observar las actitudes de Rahola en algunos de los vídeos que circulan por la red, porque creo que el autor de los famosos gallitos, que es como se conocían sus artículos, habría encontrado enseguida la inspiración para, de entre la nómina de animales, encontrar uno que se ajustara a su carácter. La verdad es que a mí no se me ocurre ninguno, o no acabo de decidirme entre los varios en los que pienso.
En cambio, algunos de los rufianes que pululan en su entorno, o dicen estupideces de parecido calibre, sí que pienso inmediatamente en las garrapatas, porque sé que hacen mucho daño pero desconozco si aportan algún beneficio. Cabe la posibilidad de que las garrapatas sí que aporten, pero los rufianes no. En otros ámbitos está Aznar, que no hace pensar en un animal, sino en que, como cantaba Cecilia, le gusta ser la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro.
Volviendo a los animales, y los hay con cuernos y también con cuernos retorcidos, el peligro de cometer injusticia está en el cerdo, porque como recuerda Pancracio Celdrán Gomariz a lo mejor llamamos cerdo a alguien que sólo es un chorizo. Puigdemont sería un mico y Torra un Yorkshire. Al presumido Borrell habría que regalarle un espejo y tampoco sé qué animal tiene esa costumbre. Rahola es como una gallina que siempre se va enfadada y aparentando dignidad. Ella.

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