martes, 6 de agosto de 2019

Los derroches de Puig

Podría y debería llamarse estafa, porque el quebranto económico es superlativo, pero ocurre que es legal y además iba en el programa. Los votantes, o un gran número de ellos, votan con los pies.
La televisión valenciana no hacía ninguna falta, ni tampoco ninguna otra televisión regional, por la incontestable razón de que no están al servicio de los ciudadanos, sino del poder de cada lugar. Los ciudadanos pagan y los políticos mandan.
Los votantes valencianos dieron por bueno el proyecto de reabrir la televisión regional, pero luego no la ven. La gente vota al buen tuntún y con el pensamiento de que la democracia consiste en votar y no en asumir responsabilidades.
Pues ya tenemos a Chimo Puig con ese peluquín que seguramente le tapa la márfega que debe de tener pintada en su cráneo.
En la Comunidad Valenciana, que debería llamarse Reino de Valencia, hay muchas necesidades de todo tipo. No obstante, se dilapidan grandes sumas de dinero en chiringuitos innecesarios, porque solo sirven para que la casta política cobije a sus allegados, y muy bien cobijados, además, a costa de los impuestos de los contribuyentes. Estaban, por ejemplo, el Consejo Consultivo Jurídico, el Síndico de Agravios, la Academia Valenciana de la Lengua, etcétera. Eran muchos los chiringuitos, pero ahora, como son varios los partidos coligados, hay más gente que colocar en trabajos improductivos, pero bien pagados, y se multiplican.
El chiringuito que más derrocha de todos es la televisión. Su única finalidad es la de acostumbrar a la gente al dialecto catalán. A ir cambiando las palabras de toda la vida por otras que fueron elegidas en su día por Pompeyo Fabra.
A los votantes les dicen que les van a subir los impuestos, o que van a detraer dinero de otras partidas para dárselo a los enchufados y difundir el dialecto catalán, y lo votan. Luego se quejan de la financiación.

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