martes, 27 de agosto de 2019

El abogado de Puigdemont

Cuesta entender que después de todo lo que viene demostrando el mocho más inútil que se ha visto jamás siga teniendo tantos seguidores que puede vivir de gorra en Waterloo.
Pero es que todo lo que tiene que ver con el nacionalismo es degradante y pueril. Se percibe en Johnson, en Bolsonaro, en Trump, pero sobre todo en Torra, en Puigdemont, o en Urcullu.
Puigdemont es un incompetente, cuya mayor aportación a la causa fue la de emular a Dencás en lo poco lucido de su fuga. Si a su antecesor Mas le llamaban, con sorna, el astut, éste cree que le gana en astucia. Por su fuga, mediante la cual piensa que engañó a todos, a propios y extraños. Cuesta pensar que alguien se fiara de él, ni en las vísperas, ni nunca.
Y ahí está el ahora, como buen gallináceo, poniendo los huevos en la paja de Waterloo. La paja es el sistema judicial belga, entre el que tan bien parece ser que se desenvuelve el etarra Boyé, abogado del autodenominado ‘presidente en el exilio’.
Puigdemont no es más que un pobre diablo, cuyo destino parece terrible, sobre todo por su cobardía. Su maldad, evidente al liderar un proceso egoísta e ilegal, que para intentar hacerlo posible se ha envenenado el cerebro de toda la gente que se ha podido, infectándola de odio a lo español, se hizo todavía más patente al elegir como abogado a un tipejo que estuvo en la cárcel por su pertenencia a ETA, que es lo más bajo en la escala humana, y que en el desempeño de su labor profesional suele defender a gente de su categoría, entre la que ya sabemos que está Puigdemont.
Ser independentista es un error, pero es legítimo. Ahora bien, ser desleal, traidor, canalla, infame, con tal de conseguir lo que se desea, es totalmente ilegítimo.

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