En aquellos tiempos en que no era obligatorio llevar mascarilla por la calle, lógicamente yo iba sin ella. Un desconocido que estaba a cinco o seis metros de distancia, y era el único junto conmigo que transitaba por esa calle, me lo recriminó a gritos. Evidentemente, para ese individuo el responsable de la pandemia no era el gobierno criminal, sino yo por no llevar mascarilla.
Cabe recordar dos cosas: 1) En enero, febrero y principios de marzo, los votantes socialistas quitaban importancia a la pandemia. 2) En los catorce primeros días de marzo hubo concentraciones multitudinarias en la plaza del Ayuntamiento de Valencia sin que de ello resultara un aumento de casos. Al aire libre el contagio es difícil y seguramente la mascarilla hace más daño que bien.
Otra anécdota: Cuando la señora que me precedía en la cola de caja del supermercado ya había terminado y pagado y estaba recogiendo para irse, el cajero me recriminó que no hubiera guardado las distancias. Esperé a que la señora se hubiera alejado unos metros y entonces le respondí que mientras estuviera callado no generaba ningún peligro. Y se daba la circunstancia de que la señora estaba de espaldas, los tres que estábamos cerca llevábamos mascarilla y el cajero además estaba protegido por una mampara.
Da más miedo incluso la ideologización que gira en torno al virus chino que el propio virus, cuya naturaleza no parece importar demasiado, porque la gente no se suele informar. Hay un señor que trabaja solo, está separado del público por un grueso cristal antibalas y sólo una ranura en el mostrador permite la posibilidad de que alguien deposite allí un virus. Pues no se quita la mascarilla para nada y encima lleva guantes, como si con ellos estuviera más protegido.
Este gobierno miserable nos quiere acojonados.
Hay una pregunta de Trump que tiene miga: ¿Por qué los ciudadanos de Wuhan no pudieron viajar a otro lugar de China, pero sí al resto del mundo?
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