Ambos tienen querencia por el dictatorial régimen venezolano, a los dos les gusta hacer el mal, destruir la economía y sumir en la desesperación al mayor número de personas que puedan, pero mientras el lema del primero es ni una mala palabra, ni una buena acción, en el segundo todo es feo, la palabra y la acción.
Zapatero podía pasar perfectamente por presentador de telediario o jefe de planta de grandes almacenes (hablo en pasado porque a lo mejor le espera un futuro de presidiario en los Estados Unidos), mientras que Iglesias tiene pinta de ser matoncito de barrio, de los que incitan a otros, tras los que se esconde, a amedrentar a los buenos ciudadanos.
Tiene costumbre este tipejo que, para vergüenza de los españoles, ocupa la vicepresidencia segunda del gobierno, de intentar ofender a otros diputados aprovechando una situación de ventaja, con el propósito de ganarse el voto de lo más infame de la sociedad española. Siempre hay alguien, López, Batet, que también representan mal a los españoles, aunque cobran de ellos, que se lo consienten, aparte de que para él impunidad e inmunidad sirven para lo mismo.
No ofende quien quiere, sino quien puede, pero Cayetana le respondió como se merece y le sentó mal, y él sí que contó con la ayuda de Batet, que, de todas formas, no sirvió de nada en este caso.
Las bravuconadas, en igualdad de condiciones. Si se hace aprovechando ciertas situaciones o ciertas ventajas, se llama prepotencia, y también se le puede decir machismo. Como lo de guardar indebidamente una tarjeta de memoria para proteger a su legítima propietaria.
Estoy absolutamente convencido de el diputado al que macho alfalfa este le espetó que no tiene agallas no tiene su domicilio protegido por varias decenas de guardias civiles. Es curioso que quien pide protección a la mamá, valga la metáfora, le diga a otro que no tiene agallas. Hay que ser imbécil.
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