Según
una encuesta del propio gobierno vasco, a pesar de que crece el
número de personas que entiende y habla el euskera, decrece el de
quienes lo hablan con regularidad.
El
hecho de que haya crecido el número de personas que lo entiende y
habla se debe a la presión de los nacionalistas, y ya se sabe que la
democracia puede soportar o consentir la presión, pero eso no
significa que la presión tenga algo que ver con la democracia. Más
bien, puede decirse que quienes se sirven de ella abusan de la
democracia.
La
función de las lenguas consiste en servir para que las personas
puedan comunicarse. Y la función de los políticos consiste en
servir a la sociedad. Tienen la misión de gestionar los recursos de
que disponen. Pero como resulta que en España llevamos tantos siglos
de absolutismos y dictaduras los políticos están acostumbrados a
mandar y los ciudadanos a obedecer. Así que los políticos en lugar
de poner a disposición de los ciudadanos los medios para que vivan
mejor, los obligan a pasar por el aro. Y los ciudadanos obedecen y
aprenden el euskera. Y llaman fascistas a los demócratas.
El
gobierno vasco debería recapacitar y darse cuenta de que todo el
dinero gastado en obligar a los ciudadanos a aprender euskera podría
haberse empleado en cosas más productivas. Y de que el esfuerzo que
han hecho los estudiantes del euskera es poco menos que baldío.
Democrático
sería dar alicientes para que la gente, voluntariamente, estudie
esta lengua tan antigua. Lo que se hace voluntariamente se hace
mejor.
No
obstante, la intención del gobierno vasco dista mucho de optar por
la vía democrática. Cabe predecir, con escaso margen de error, que
su intención es la de mejorar las 'estrategias' para obligar a la
gente a usar el euskera. O sea que aumentará la presión.
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