Los
malos, aunque estén de vacaciones, siempre están tramando cosas. Se
reunieron el presidente del Reino de Valencia y el del País Catalán.
Hablaron y Puig le dijo a Mas: ¡Toda no, toda no!, ¡la puntita nada
más!
Dicen
los malpensados que del sofoco a Puig se le debió de caer el
peluquín, o que al menos se le movió, y que al oír eso Mas levantó
su mentón, simulando estar indignado, cuando en realidad está
acojonado, no por lo que le dijo ese, sino por el atolladero en el
que se ha metido. Ha hecho mucho daño a mucha gente y tardará mucho
en ser superado todo ese mal, si es que se supera.
El
comienzo hay datarlo en el momento en el que el nacionalismo sodomizó
al socialismo español (nacionalismo y socialismo son incompatibles,
pero ahí están el tal Puig, Montilla y tantos otros). Desde aquel
momento, el PSOE se convirtió en una casa de putas en la que cabe de
todo, desde un Eguiguren que resulta tan simpático a Bildu a ese
otro que dijo que los políticos deberían masturbarse más, sin
olvidar a Chaves o Griñán. El caso es que después de haber
sodomizado al PSOE hizo lo propio con el PP, y Aznar comenzó a
hablar catalán en la intimidad, hizo que Zaplana inventara la
fatídica Academia Valenciana de la Lengua y decapitó políticamente
a Alejo Vidal Quadras.
El
nacionalismo es un virus peligroso. Vuelve tonto al que infecta. Una
teoría tonta es que puesto que los partidos socialistas están en
las naciones han de ser nacionalistas. Esa teoría se publicó en El
País. Y a partir de esa memez toda una serie de disparates que ni
Junqueras podría decirlos más gordos.
Si
el socialismo reniega de su querencia internacional deja de ser
socialismo. Lo primero que tendría que hacer Puig es decantarse por
el socialismo o por el nacionalismo. Mezclar las dos cosas es
engañarse a sí mismo y a los demás.
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