Publicó Felipe González su famosa
Tribuna titulada 'A los catalanes', con la que pretendía pasar por
hombre de Estado, obviando su absoluta responsabilidad con respecto a
la situación que se vive en Cataluña y no ha tenido más remedio
que cantar la gallina, alegando el consabido 'donde digo digo, digo
Diego'.
Se sirvió del personaje ideal para el
caso y no sería de extrañar que ambos hubieran comido sopa, tal vez
de ganso, quizá juliana, o tampoco se puede descartar que fuera de
ajo.
Se subestima la capacidad maquiavélica
de Mariano Rajoy. Creería este Felipe González que se lo iba a
comer crudo con dos discursitos y dos articulitos, y se ha dado de
bruces con la propuesta de reforma del Tribunal Constitucional, que
probablemente ha sido presentada para que quede constancia ante todos
los españoles de que el PSOE no puede votar a favor de ella. Al no
poderlo hacer, muchos de sus votantes catalanes se abstendrán o lo
harán por el PP.
Esta propuesta también incomoda mucho a
Ciudadanos, puesto que le arrebata la iniciativa en Cataluña.
Presumiblemente, bastantes votantes de Ciudadanos volverán al PP,
pero a este partido no le queda más remedio que votar que sí.
Felipe González es, probablemente, el
hombre que más poder ha tenido en España en toda su historia. El
presidente en el que más gente ha confiado y nunca ha dado la talla.
Siempre ha sido un hombrecillo que abrumado por sus responsabilidades
se ha limitado a hacer teatro, a simular que era como sus votantes
esperaban que fuera. Pero los más conscientes de ellos se sintieron
defraudados y dolidos desde el principio. Esos socialistas, al verlo
actuar, dijeron: 'ahora sí que hemos perdido la guerra'. Ellos
habrían querido que demostrara que era más honrado y más idealista
y más eficiente que los franquistas y vieron que no es más que un
tipo vulgar que supo aprovechar su ocasión. Cada paso que da no hace
más que confirmar esto.
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