Acostumbrados a mentir, tergiversar o
inventar, él y sus cómplices, ha dicho, refiriéndose a Fainé: «Su
influencia para frenar la independencia es nula.»
Lo que quería decir el tarugo este al
que los catalanes maldecirán durante varias generaciones, es que
Fainé no tiene el mismo poder de convocatoria que él, que es muy
distinto. La independencia la frenará la realidad. Como dijo el
torero, 'no puede ser y además es imposible'. Lo que no puede frenar
nadie tampoco es el proceso de empobrecimiento gradual de Cataluña.
Lo ha puesto en marcha el tarugo ese, que cada día hace más
méritos, junto con sus cómplices para ir a la cárcel, y ya ni
siquiera lo puede frenar él. Por cierto, quizá suponga una
frustración para él que no lo encierren. Querría pasar a la
historia como un mártir. De un tarugo cabe esperar eso.
No sería extraño que Fainé fuera
incluso más catalanista que Mas. Es posible que Fainé haya soñado
que Barcelona sea la capital de España y que la mitad de las
inversiones del Estado vayan a Cataluña y que la lengua catalana,
esa que se inventó Pompeu no sé qué, fuera la oficial. Pero si
Fainé ha soñado eso ha tenido que bajar a tierra, porque todo lo
que está haciendo el tarugo perjudica a su negocio, e incluso puede
llevar a la quiebra a La Caixa. Al tarugo no le importa el daño que
hace.
En una hipotética independencia de
Cataluña, La Caixa tendría que optar entre quedarse en el País
Catalán, o abandonarlo. En el primer caso perdería todos los
clientes españoles y en el segundo los catalanes. Pero todas las
empresas catalanas estarían en idéntica tesitura.
En la actual situación, La Caixa pierde
clientes de ambos lados. Fainé se ve obligado a ser muy prudente
porque ha de mirar por su negocio. En el Reino de Valencia pierde
clientes por su empecinamiento con la lengua catalana.
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