Los catalufos, esos que al contrario de
los catalanes, no respetan las leyes ni la lógica, tienen repartidos
troles a lo largo y lo ancho del mundo digital, con el fin de
provocar disgusto y así poder decir que hay odio a Cataluña.
No lo hay, estos tipos tan cansinos dan
pena. Se inventan cosas tan peregrinas como la de que quieren una
Cataluña catalana. En un principio se podría pensar que es
imposible que un asturiano reclame una Asturias asturiana, menuda
sandez, pero puesto que el virus del nacionalismo penetra con tanta
facilidad no me extrañaría que pronto tuviéramos esa canción, una
Andalucía andaluza, una Murcia murciana, etc. O un calamar
calamarista.
Pero ya se entiende que su pretensión
consiste en reducir a Cataluña, hacerla más provinciana, erradicar
'casi' todo lo que venga de fuera. Y digo 'casi' porque para
satisfacer su megalomanía necesitan apropiarse de lo que no es suyo,
como el Siglo de Oro Valenciano, por ejemplo. Con este propósito han
gastado mucho dinero, procedente de los impuestos de todos los
españoles, mediante subvenciones que dan a sus afines.
No les importa trivializar un concepto
serio, como es la xenofobia, diciendo que la hay contra la lengua
catalana. La xenofobia no tiene nada que ver con las lenguas. Y son
ellos, los catalufos, los que pretenden imponer esa lengua, inventada
por Pompeu no sé qué, a la fuerza, arrinconando a la española. Se
burlan de los valencianos que defienden la autonomía de la lengua
valenciana y los menosprecian.
Como los peores catalanistas son los
valencianos, una energúmena que se gana la vida en el sector de la
cultura, trivializó otro término muy serio, el del genocidio,
afirmando que hay genocidio contra la lengua catalana.
Julio Caro Baroja dio en el clavo al
afirmar que el problema catalán sólo se puede resolver mandando
trenes llenos de psiquiatras.
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