martes, 3 de diciembre de 2019

La simpleza de Rajoy

El expresidente, al que se le arrebató el cargo con malas artes y peores compañías, ha escrito sus memorias y en virtud de las cuales su necedad se ha puesto de manifiesto.
Queda claro que no es tan prudente como quería hacernos creer, sino cobarde. Eso se lo notaron los nacionalistas y quisieron subírsele a la chepa, pero chocaron con la ley, que estaba ahí.
Si fuera prudente, no habría desvelado sus carencias. Resulta que el tipo, que era registrador de la propiedad en excedencia, estaba en la política sin preocuparse nada más que en ascender en el escalafón, en pillar cacho, como se dice vulgarmente. Dio por buena la situación que había, o que hay. No pensó en analizar la Constitución, para encontrarle errores y debilidades, ni en estudiar la esencia del nacionalismo, que tantos quebraderos de cabeza le dio. Algo que sí que hizo el melón de Margallo, lo que ocurre es que a éste no se le pueden ocurrir más que melonadas. Ahora se entiende que no supiera manejar el hilo. Digamos que no estaba al corriente de los hechos diarios, sino que vivía, o vive, una realidad ficticia, en la que está instalado, dentro de la cual se siente cómodo.
Algunos de los párrafos del libro han trascendido, figuran reproducidos en los medios y en ellos da cuenta de la sorpresa que le produjo el choque de lo que él imaginaba con la realidad. Si Rajoy, por algún motivo, fuera capaz de abrir los ojos, aunque solo fuera durante un minuto, ordenaría retirar ese libro, porque pone de manifiesto que estuvo, metafóricamente, en Babia. Al menos, no se creyó Superman, como Aznar. La vergüenza para el PSOE es que, a pesar de esa circunstancia, ha gobernado infinitamente mejor que Zapatero y que Sánchez, y ha contenido con más eficacia los infames nacionalistas.
Teniendo en cuenta estos datos sobre sí que ha dado a conocer, cabe pensar que observa con satisfacción las evoluciones de Sánchez, consciente de que lo está haciendo no bueno, sino muy bueno.

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