Hay
que hacer memoria. Las encuestas señalaban como favorita en las
elecciones de Castilla-La Mancha a Loyola del Palacio. Entonces
Garzón montó el caso del lino, que acabó siendo un bluf, pero que
sirvió para que José Bono ganara las elecciones.
En
agradecimiento, Bono se lo presentó a Felipe González, que le debió
de prometer unas cuantas cosas si aceptaba ir de número dos en la
lista. En este momento es cuando debió de ocurrir lo que cuenta
Alfonso Guerra en su libro y que no ha gustado nada al citado
Baltasar Garzón.
Probablemente,
el ex juez le aportó muchos votos a Felipe González. Su inclusión
en las listas fue un golpe de efecto, porque el prestigio del ex juez
en aquellos tiempos era mucho.
Y
también es probable que González, tras haber tratado de cerca a
Garzón le tuviera miedo, y no le diera el cargo prometido, y optara
por Belloch, también muy ambicioso, llegó a ser bi-ministro, pero
más controlable.
Hay
que apuntar este dato, a González no le importó darle dos
ministerios incompatibles entre sí a Belloch (y cualquiera de los
dos hubiera hecho las delicias de Garzón), y no le apeteció cumplir
con el compromiso que presumiblemente había contraído.
Tuvo
que haber alguna promesa incumplida porque Garzón, despechado,
abandonó la política para volver a la carrera judicial, lo que
demuestra que las cosas en España no se hicieron bien. No debió
poder volver a ser juez tan pronto. De nuevo en su despacho, sacó
los sumarios que había metido en el cajón, para poderse dedicar a
la política y si no hundió al PSOE para siempre, es porque el PP
cojea del mismo pie.
Ahora,
Alfonso Guerra trata de hundir para siempre a Baltasar Garzón, o
quizá tan solo intenta vender muchos libros.
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