Hay
un debate sobre si debe invertirse dinero público en apoyo de la
cultura. Surge la pregunta de si las grandes cantidades que se
destinan al Liceo o al Teatro Real, cuyas actividades sólo pueden
disfrutar unos pocos, pueden ser consideradas como subvenciones
culturales, o si deberían incluirse en otro apartado.
Es
obvio, por otra parte, que cuanto más alto es el nivel cultural de
un país, mayor es su nivel de vida, y también es cierto que en este
caso la intolerancia a la injusticia crece. Así que bajo esta
premisa se entiende que el Estado debería procurar por todos los
medios que los ciudadanos se interesen por la cultura y tengan fácil
acceso a ella.
Lo
que ocurre es que dentro del apartado cultural hay un mundo muy
amplio, en el que en un país sin tradición democrática, como es
España, y en el que tampoco hay separación de poderes, se puede
hacer pasar por apoyo a la cultura lo que es otra cosa. Por ejemplo,
el dinero que se gasta en el Consejo Valenciano de Cultura, ¿puede
ser considerado como apoyo a la cultura?, porque, a lo mejor, su
finalidad es la de apoyar a sus veintiún componentes o servirse de
ellos en según qué casos, como en el del muro del Jardín de
Monforte que se pretendía derribar.
Otra
cuestión es la del Ágora, que también se podría intentar colar
dentro de este apartado. Sin embargo, esta edificación, cuya
utilidad es dudosa, fue llevada a cabo por un grupo de beatos,
aprovechando que contaban con la mayoría absoluta. El hecho de que
comulgaran de manos del papa con el gesto afectado no les llevó a
ser más prudentes en la utilización de los dineros públicos. Por
supuesto que el dinero invertido en este asunto no debería ser
incluido dentro del apartado del apoyo a la cultura.
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