Tal
y como está montado el negocio político en España las cosas no
pueden ser de otra forma. Conviene aclarar que el negocio es bueno
para quienes reciben dinero de los impuestos y malo para quienes los
pagan.
Alguien
con mando en plaza dijo que el dinero público no es de nadie. No es
necesario decir su nombre puesto que lo suyo no fue una opinión
personal, sino que se limitó a expresar lo que estaba en el ambiente
en el que se desenvolvía. Un ciudadano paga sus impuestos, y si es
pobre lo hará vigilado muy de cerca por Hacienda, y una vez que ha
pagado ese dinero ya no tiene ni idea de lo que los políticos van a
hacer con él. ¿Algo que redunde en beneficio de todos? Es dudoso.
En
Cataluña, por ejemplo, se echa un buen puñado de billetes en un
pesebre. Y
gracias a eso puede surgir luego algo nunca visto en el mundo. Un
editorial conjunto de al menos una docena de periódicos
podía ocurrir en la antigua Alemania Democrática, pero no en la
Alemania Federal. En
España también hay un pesebre para los partidos políticos, que no
viven de las cuotas de los afiliados, sino del dinero de los
impuestos. Como consecuencia, los afiliados no pintan nada. Tienen
dos opciones: intentar medrar en el partido a base de sonrisas,
codazos y zancadillas, o irse.
En
los sindicatos ocurre algo parecido. No dependen de las cuotas, sino
del dinero que no es de nadie y que les puede caer a ellos. Unos
gobernantes les dan más y otros les dan menos. Y
eso lleva a que en lugar de defender los intereses de los
trabajadores miren más por su propio negocio. Las
huelgas y las movilizaciones pueden tener una
intencionalidad distinta de la que se presume.
Que
algunos sindicatos adopten posturas nacionalistas, cuyos
beneficiarios son cuatro oligarcas mal contados, es
una aberración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario