Cuando
digo ciudadano me refiero a uno normal, de los que trabajan y pagan
impuestos, o quieren trabajar y pagar impuestos, no a un delincuente
como Otegi y similares, o alguno de esos elementos cuya capacidad de
raciocinio está secuestrada por algún partido político. Tampoco me
refiero a esos que viven de la política o del circo montado en torno
a la política.
Me
refiero al ciudadano que desea lo mejor para su país, porque sabe
que en la mayor parte de las veces lo mejor para su país será lo
mejor para él. Lo mejor para casi todos, en este caso, sería la
total independencia del Poder Judicial con respecto a los otros
poderes. Es la única manera de que un ciudadano pueda confiar en la
Justicia. Obviamente, los jueces no son perfectos e incluso en el
caso de que fueran totalmente independientes podrían dictar muchas
sentencias equivocadas o injustas, pero en estos casos no se podría
culpar al sistema, sino que habría que hacerlo individualmente en
cada uno de los casos en que ocurriera.
Desgraciadamente,
los intereses de los partidos políticos no coinciden con los de los
ciudadanos. Lo que pretenden los partidos políticos es acaparar todo
el poder que puedan. O sea, el poder sobre los ciudadanos. Y para
tener tanto poder como quieren necesitan tener sometidos a los
jueces, porque si éstos fueran independientes podrían obligar a los
políticos a respetar las leyes que ellos mismos ponen.
Si
los jueces hubieran sido independientes desde el principio hubieran
podido meter en la cárcel a todos los que tuvieron que ver con el
23-F, aunque fueran dos mil, como dejó caer Calvo-Sotelo, y de haber
actuado así no es probable que ahora estuviéramos en crisis.
De
modo que para el ciudadano no tiene demasiado interés el hecho de
que el Tribunal Constitucional sea más de derechas o más de
izquierdas.
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