Con
la misma determinación con que estos gobernantes que sufrimos
recortan prestaciones y mantienen desmesuradamente alto el número de
integrantes y beneficiarios de la casta política, se le negó el
indulto a Fernando García, el padre de una de las niñas de Alcácer.
La
de conceder indultos porque sí es otra de las prerrogativas de que
se dotó nuestra oligarquía política y así pudo beneficiar a un
banquero, porque las oligarquías política y financiera se llevan
muy bien.
Ahora
bien, eso de concedérselo al padre de una joven que fue violada
repetidas veces, torturada y asesinada es harina de otro costal.
El
pecado de este hombre es que no se cree la versión oficial de los
hechos, motivo por el cual se puso a investigar por su cuenta, y
encontró un colaborador cualificado.
Vivimos
en un país que se dice católico; muchos de los componentes de la
oligarquía política presumen de catolicismo; no obstante, el rencor
anda suelto.
Estamos
tan acostumbrados al rencor que ni los propios curas protestan cuando
se manifiesta ante sus narices. No me extrañaría nada que entre los
propios curas y obispos hubiera rencor a raudales.
El
hecho es que a un padre cuya hija fue violada repetidas veces,
torturada y asesinada no se le perdona nada.
Hubo
un ministro muy bruto, del que ya no se acuerda nadie, quizá Pablo
Sebastián sí, que le recomendó que se fuera a llorar a su casa. Y
ahora un gobierno en el que hay algunos ministros del Opus Dei le
deniega el indulto.
La
opinión mía, muy humilde obviamente, es que ni siquiera debió ser
juzgado. ¿Nadie entiende lo desesperado que debe de estar?
En
España, los oligarcas siempre tienen las de ganar. En el sistema
español no cree nadie. Y hay políticos con tan poco sentido que
piden el indulto para la asesina de Benejúzar y se inhiben el caso
de un padre que investiga y no está conforme.
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