domingo, 23 de junio de 2013

Fabra expulsa a Blasco

La oposición hace hincapié en que se le ha expulsado por plantarle cara a Fabra y no por otra cosa y el propio expulsado alega que el procedimiento ha sido el propio de una dictadura.
Parece mentira que no lo sepa después de haber formado parte durante tantos años de esa pandilla que ha arruinado a la Comunidad Valenciana.
Cuando Camps tuvo que ir a declarar al juzgado se hizo acompañar por todos los Consellers, a los que se unió Rita Barberá. ¿No fue propio de una dictadura ese detalle? La foto fue muy fea, y curiosamente faltó en ella el propio Blasco, quizá porque tuvo la precaución de salir de viaje.
En España, nadie se atreve a decirle que no al jefe. Cuando alguien lo hace es porque se sabe en la cuerda floja y trata de jugar sus cartas. En su día, Alfonso Guerra dijo aquello de el cocinero y el camarero y Felipe González se cabreó mucho y luego pasó lo que tenía que pasar. Lo de Verstrynge con Fraga fue lo propio de la gente chabacana que pulula por el mundo, y lo de Abril Martorell con Adolfo Suárez, ingratitud pura.
De Fabra no cabe esperar nada bueno. Es difícil que la configuración política española permita el paso a alguien de valía. Aquí, los que triunfan son los que saben callar cuando les conviene y aplaudir al jefe en todo momento, mientras sea el jefe. Camps obedecía en todo a Zaplana, pero luego pudo demostrarle todo el odio que le inspiraba. Se conoce que ir a misa no es incompatible con odiar.
Blasco ha estado con los dos, Zaplana y Camps, y también estuvo con Lerma. Y supo obedecer a los tres. Lerma lo percibió como rival, lo que le llevó a buscar acomodo en el otro lado.
Y cuando ya no puede ir a ningún otro, quizá a la cárcel, descubre que esto es una dictadura.
 
 

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