Resulta
complicado aceptar la querencia de la izquierda por los
nacionalismos, cuando, al menos teóricamente, pretende mejorar las
condiciones de vida de los trabajadores. Se supone que de todos, no
de unos pocos.
En
el libro '1978.
El año en que España cambió de piel', sale a relucir la
complicidad de los socialistas con los nacionalistas durante la
Transición, hecho que ha tenido consecuencias en las condiciones de
vida de los españoles desde entonces.
Incapaces
de mirar hacia atrás, como sí hemos sabido hacer los autores del
citado libro, los socialistas persisten en el error que ha dado paso
al horror que estamos viviendo en forma de crisis. Una crisis que
está resultando aniquiladora y castradora. Pocas iniciativas están
surgiendo últimamente, y es que una gran parte del dinero
disponible, que debería ir al mercado, para que circulara y actuara
como tonificante, se emplea en contentar a los nacionalistas, algo
imposible. Cuando un nacionalista deja de estar descontento deja de
ser nacionalista.
Una
de las grandes aberraciones de la política nacionalista consiste en
utilizar las lenguas como armamento, sin que les importe la evidencia
de que con ello aceleran la muerte de la lengua que usan.
Los
socialistas, lejos de darse cuenta de la barbaridad que hicieron
insisten en ella. Aunque más que insistir lo que hacen es
redoblarla. Podrían intentar ir por el buen camino, que en su caso
consistiría en ajustarse a su ideario, y sin embargo le han ofrecido
a Mas, esa calamidad que está haciendo lo posible para empobrecer a
los catalanes, barra libre en el ámbito lingüístico. ¿Por qué
abandonan los socialistas a los trabajadores? ¿Por qué en lugar de
intentar facilitarles las cosas les complican la vida al obligarles a
estudiar una lengua? ¿Por qué a un trabajador no le ha de bastar
con ser honrado, eficiente, educado y leal para ser aceptado en
cualquier lugar? A un rico no le exigiría más.
Al
final de todo esto no se entiende que los militantes socialistas
no se pasen en bloque a Ciudadanos o a UPyD.
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