Me
entero, por la columna de Arcadi Espada, de que el filósofo Fernando
Savater propone que el voto sea obligatorio, cosa que ocurre en otros
países, con resultado satisfactorio. El columnista añade argumentos
consistentes a los del filósofo, que también lo son.
Pero
yo no estoy tan seguro de que con ello mejoraran las cosas en España,
dada la escasos hábitos democráticos de los españoles, como
consecuencia de los largos periodos vividos bajo absolutismos y
dictaduras, y también que el actual sistema en el que nos
desenvolvemos permite que las oligarquías sigan teniéndolo todo
bajo control, cosa esta que genera una gran frustración, de la que
surge, indudablemente, una gran cantidad odio, que, a su vez, genera
el voto suicida.
Supongo
que todos nos hemos preguntado alguna vez que cómo es posible que
esa persona tan culta que conocemos vote a Eguiguren; o que la otra,
tan pía, se decante por el partido de Arzalluz; o que aquella, que
parece tan razonable, dirija sus simpatías hacia alguien tan
destructivo como Pujol.
Hannah
Arendt señaló que los malos no son seres monstruosos con la marca
de la maldad en la frente, sino personas normales y corrientes, a los
que el sistema da oportunidad de volcar su odio de manera impune.
La
ilusión que en un principio despertaron la democracia y los grandes
partidos políticos se ha ido apagando y los votos de corte
destructivo, puesto que no respetan las leyes o las utilizan a su
favor, como son los que reciben el PNV y CiU, se han visto
incrementados. ERC que venía siendo un partido marginal, ha
incrementado considerablemente sus votos y han aparecido otros
partidos que amenazan la estabilidad del sistema.
Por
contra, los partidos que pretenden cambiarlo de modo constructivo, o
sea profundizando en la democracia, apenas han recogido votos
descontentos. Tal vez sea ilusorio pensar que con menos abstención
el porcentaje de votantes movidos por el odio hubiera sido menor.
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