Sugiere
el gran científico Stephen Hawking que la exploración espacial debe
continuar y yo estoy de acuerdo con él, porque no hacerlo supondría
frustrar la natural curiosidad humana por conocer lo que nos rodea.
No
ya por buscar a Dios, búsqueda que en todo caso debería llevarse a
cabo en el interior de cada uno, sino por puro instinto de
supervivencia, por conocer los potenciales riesgos a los que podemos
estar expuestos.
En
lo que no estoy de acuerdo con Hawking es en que la colonización de
otros planetas puede ser un seguro de vida para la supervivencia de
nuestra especie. Si la Humanidad fuera portadora de un gen suicida
al emigrar a otros planetas se lo llevaría con ella, de modo que
para lograr sobrevivir debería desprenderse de él.
Quizá
la clave esté en el instinto de supervivencia, que es mucho más
fuerte cuando se trata de la de la especie que en los casos
individuales, en los que a menudo se muestra débil. Las variables
que se tienen en cuenta a la hora de elegir pareja podrían ir
cambiando paulatinamente a medida que el riesgo de desaparición
aumente, por el crecimiento del potencial autodestructivo.
Cabe
la posibilidad de que en el futuro la que esté en trance de
desaparición no sea la Humanidad, sino esa parte de ella compuesta
por individuos muy egoístas, agresivos y manipuladores. Es decir,
esos que en la actualidad son aclamados, votados y elegidos como
líderes no es que ya no tendrían ninguna posibilidad en este
aspecto, sino que tampoco se les querría para procrear.
La
especie humana, por pura profilaxis, trataría de multiplicar el
número de tipos capaces de trabajar por la continuidad en el mundo
de los vivos, desechando a los demás. Y entonces sí que podría
colonizar otros mundos con total tranquilidad y con el empeño de no
dejarlo peor que estaba.
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