Uno
de los más graves errores de la democracia española fue pensar que
los dirigentes autonómicos se comportarían de modo razonable y
consecuentemente se les transfirieron competencias que nunca debió
abandonar el gobierno central.
Una
de ellas es la de la Educación. El capital más importante de una
nación es el que componen los niños y su educación no se debe
dejar en manos de cualquiera. En España no surgen suficientes
políticos de un nivel aceptable para tantos cargos como hay. Si para
ser político hubiera que pasar un test de inteligencia (no de
picardía), un examen de cultura general, y otro de personalidad, en
el que se estudiara el gusto por la verdad de los aspirantes, el
respeto a la palabra dada, etc., muchos de los que hoy viven de la
política tendrían que buscar otro trabajo.
Por
otro lado, esperar que todos los Consejeros de Educación de las CC
AA piensen en el bienestar de los alumnos es creer en los milagros.
Ya se ve que a los niños se les enseñan geografías disparatadas,
episodios históricos inventados, etc.
Otro
de los errores graves es el de haber declarado una lengua oficial.
Primero porque no sirve para nada, y segundo porque con ello se da
pie a que las CC AA hagan lo propio. Y ya tenemos el lío.
No
se sabe si porque son catetos o porque son demasiado listos imponen
el estudio de ciertas lenguas. Con eso se consigue que la gente la
aprenda. También obligan a usarlas en aquellos ámbitos en que
pueden hacerlo. Quienes están infectados por el nacionalismo, son
fanáticos y procuran usar esas lenguas a todas horas. Pero las
fiebres pasan. Y lo normal es que la gente sienta rechazo a todo
aquello que ha tenido que aprender a la fuerza y no le resulta útil.
Impones una lengua por la fuerza es adelantar su desaparición.
Aparte de un derroche de dinero y de energía.
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