Al parecer, hubo un muchacho de 14 años
que increpó a Rajoy por algún asunto político. El presidente le
dio la respuesta correcta, le dijo que era muy joven para hablar de
política.
Es cierto, a esas edades es muy
infrecuente que no se esté mediatizado por el entorno. Hace falta
más tiempo para lograr un discurso propio, cosa que muchos no
consiguen nunca y los hay que ni lo intentan.
Sin embargo, el joven se la guardó y al
llegar a la mayoría de edad ha querido devolverle lo que consideró
un golpe: ¿Soy bastante mayor ahora? Hay gente que con el paso del
tiempo evoluciona, hay gente que se queda estancada y hay quien a
temprana edad ya tenía buena puntería y cuatro o cinco años
después se da cuenta de ello con alborozo. Quizá tenga razón el
muchacho o acaso Rajoy, pero lo que no es correcto es el espíritu
revanchista, ni la mala educación. Por ahí ha fallado el joven.
Entra dentro de las posibilidades
estadísticas que a un joven se le vaya la olla. Lo preocupante es el
tratamiento que algunos medios han dado a este caso. Si lo que está
mal se ve como si estuviera bien y se aplaude no se puede hablar
luego de regeneración política ni de nada que lo parezca.
Ocurre algo parecido con el puñetazo que
recibió Rajoy a traición. Una traición no debe aplaudirse jamás.
Los animales lo saben y por eso no la consienten. Sin embargo,
también algunos medios españoles le han dado al hecho un
tratamiento que no tiene nada que ver con la ortodoxia. Diríase que
se habla de regeneración y de corrupción porque hay que hablar de
algo. Lo que interesa es que haya lío, etcétera.
Me parece a mí que en este estado de
cosas lo procedente es nombrar presidenta del gobierno a Mercedes
Milá y encomendar el alma al diablo.
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