Hay una propaganda mediante la que se
trata de disuadir a quien pretende abandonar a un perro. Dice así:
«Él nunca lo haría».
Pero eso no es lo único que no haría un
perro. Los humanos hacemos muchas cosas que avergonzarían a un
perro, si las hiciese. No se da el caso. Un perro nunca traiciona ni
engaña. Hay personas que quieren mucho a sus perros, pero no los
quieren bastante, porque no aprenden de ellos.
Un perro tampoco odia. Capta todas las
traiciones y maldades que le hace su dueño, pero no se las tiene en
cuenta, no le odia, ni intenta vengarse. En España el odio y la
traición son tan frecuentes que se tilda de estadistas a grandes
felones, y se les vota y se les aplauden sus apelaciones al odio y
las traiciones que perpetran son tenidas como episodios normales. El
agradecimiento a quienes han hecho las cosas bien no consta por
ninguna parte.
Según Fernando Savater, ese hombre que
sacrificó parte de su carrera académica para combatir a ETA, y no
se le ha agradecido, si caminamos erguidos es gracias a los caballos.
Es fácil entender esto, pero es que además, el caballo obliga a
quien le cabalga a que se comporte con él con nobleza. O sea,
alguien que en su vida ordinaria sea abyecto e infame para poder
montar a caballo tiene que enterarse de que existe un concepto que es
la nobleza y que si lo aprende debe olvidar su propósito.
Los caballos también nos dan lecciones y
ahora hay que empezar a mirar cuántas personas fieles, leales,
nobles y desprendidas conocemos.
Y no sólo eso, sino que también cabe
hacer examen de conciencia y ver en qué medida nos importan estos
valores.
Ver la elegancia con que camina un
caballo o fijarse en lo feliz que va un perro con su dueño son
actividades que generan bienestar.
'A pesar de los pesares''El árbol del silencio'
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