domingo, 16 de abril de 2017

A Puigdemont le inspira la cebada

A nadie le debe de extrañar, por otra parte, que la visión de un campo de cebada despierte en el actual presidente de Cataluña, conviene tener presente este dato, despierte sus afanes poéticos.

Que a la cebada la llame trigo puede deberse a que está acostumbrado a dar a las cosas los nombres que le da la gana, a tergiversar, mentir o inventar. La cara de pillastre que tiene lo explica todo.
Que no tenga ni repajolera idea de si es trigo, cebada, arroz o centeno, también cabe dentro de lo posible. ¿Qué más le da a él que sea lo que sea? Lo que importa es que el campo le ha conmovido, quizá pasaba por ahí a la hora de comer, o a cualquier hora en la que le apeteciera comer.
Puede que supiera perfectamente que eso es cebada, pero que la haya llamado trigo para no dar pistas sobre sus gustos. O que se haya dado cuenta de que la palabra trigo, y su derivada trigal, son muy poéticas, aunque haya puesto el nombre en catalán.
Su vena poética da miedo, es verdad. Eso del tiempo de la siega dicho de forma metafórica. Pobres de los que caigan en manos de este pillastre que juega a poeta.
También cabe pensar que su olfato le haga creer que la cárcel huele a cebada, dada su obsesión por entrar en ella, a pesar de que a Rajoy no le hace ninguna ilusión verlo allí, tampoco al resto de los catalufos, y se hace el bobo cada vez que da motivos para que lo encierren. Pero dado el interés que pone Puigdemont en el asunto, acaso por ese presunto olor a cebada, se puede esperar que acabe consiguiendo sus propósitos. Y también que con ello se extingan sus derechos sobre la fabulosa pensión que se ha procurado.


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