He leído en algún sitio que Rufián ha
explicado qué es, en su opinión, lo peor que le ha pasado a
Cataluña. Pero esa opinión sólo puede interesar a gente de pocas
luces, o alguien que no esté bien de la cabeza. Y no digo que no
abunden los que están en el segundo caso; ni los del primero, porque
si no fuera así este señor no estaría cobrando una pasta.
Pero es cierto que a Cataluña le han
pasado cosas malas. El deterioro económico es muy grande, no ya en
relación con la situación que tenía, que también, sino con la que
tendría si las cosas hubieran transcurrido con la normalidad que
cabía esperar. Pero este deterioro, que sigue su curso, no es lo más
importante, sino que esta cuestión hay que adjudicársela al de la
convivencia, pues se han roto familias, amistades, confianzas… La
crispación de la vida pública es el peor problema que tiene hoy
Cataluña, y va en aumento, puesto que hay tipos que están tocados,
que disfrutan haciendo crecer la tensión, profiriendo insultos y
amenazas, sembrando odios, agitando tempestades. Y hay otro tercer
factor en lo que al deterioro se refiere, y es el de la educación
cívica y los buenos modales, que eran muy apreciados en Cataluña y
que hoy han desaparecido por completo. Basta con fijarse en que la
alcaldesa de Barcelona es Colau para darse cuenta de que algo gordo
ha pasado en la sociedad catalana; es suficiente escuchar a Forcadell
encadenar sandeces para entender que una parte del pueblo catalán ha
perdido el oremus; o a Rahola gritando, sin que nadie se escandalice;
o al propio Rufián metiendo la pata una y otra vez.
Lo peor que le ha pasado a Cataluña es
que la doctrina nacionalista, esa peste, haya logrado implantarse
allí. En donde lo consigue, el daño es incalculable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario