Llevaba días viendo en distintos
portales por los que paso para otras cosas el titular siguiente: ‘La
crisis de Murcia incrementa la erosión del voto del Partido
Popular’.
No pinché en ningún caso en el titular
para informarme mejor de la noticia porque el titular en sí encaja
perfectamente en la idea que tengo de Riverita: si hace algún
movimiento no es porque tenga esta convicción o aquella, sino porque
cree que puede resultar rentable electoralmente. Ese el motivo por el
que se muestra más intransigente con el PP, en cuyos caladeros pesca
la mayoría de sus votos, que con el PSOE, al que sencillamente
procura no molestar, no vaya a ser que prefiera pactar con Podemos.
En algunos sitios de Cataluña, o quizá en todos, se sitúa a favor
de los fantasmagóricos e imposibles países catalanes, no porque
piense que sea una idea razonable, sino para no incomodar a los locos
que sí creen en ella.
O sea que yo creía posible que la crisis
de Murcia, en la que el PP ha cedido, sí había castigado a este
partido. Pero hoy he visto en Periodista Digital que no hay nada de
eso, sino que el PP es el único partido que gana en intención de
voto. La crisis de Murcia, o lo que sea, ha erosionado más el voto
de los demás partidos, no el del PP. Resulta que el titular citado
se debe a ese odio africano hacia el PP que se gastan muchos de los
habitantes de este solar patrio, y no parece que les dé mucha
vergüenza albergar ese sentimiento.
Quizá alguno tenga la tentación de
alegar que yo tampoco siento simpatía por ciertos partidos. Es
cierto, pero no es que les tenga odio, sino que no me gusta que me
tomen el pelo. Los partidos nacionalistas no pueden ser democráticos.
Bildu, Podemos, ERC, Compromís, etc., tampoco lo son.
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